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Mostrando entradas de mayo, 2022

Oid mortales, el grito sagrado

11 de mayo – Día del Himno Nacional Argentino ¡Oid mortales el grito sagrado libertad, libertad, libertad! Con esta estrofa comienza la máxima canción patria que nos identifica como argentinos, nuestro Himno Nacional. Desde niños comenzamos a oír sus versos, a reconocer su melodía y así,   en todas sus manifestaciones nos emociona y nos enorgullece. Su canto nos permite reforzar   el vínculo emocional entre varias generaciones y su permanencia en el tiempo fortalece nuestra unión como pueblo. Este 11 de mayo recordamos el día en que la letra del Himno fue aprobada por la asamblea del año XIII, después de una larga espera por una canción que nos identificara como pueblo. Ya en 1812 el Triunvirato había manifestado la necesidad de tener una canción de la Patria, para ser ejecutada en las funciones importantes y en las escuelas, debiendo ser escuchada de pie con total respeto. Pero recién en 1813, la Asamblea General Constituyente fue la encargada de mandar a componer est

Culebrón de frontera.

Li Mei vivía en la frontera, esa que separaba al glorioso imperio de los Han de las vastas estepas dominadas por la belicosa etnia xiongnu. Aquí, la civilización y tras la gran muralla, la más completa barbarie. En el primer asalto exitoso, Naranbaatar, héroe xiongnu, había llevado la muerte al hogar de Li Mei, ocasionándole la viudez y otras tribulaciones más mundanas. Aparte de ultrajarla por primera vez, la despojó de todas sus pertenencias de valor. Durante cinco años se repitió esta historia. Cada vez que los bárbaros lograban franquear los altos muros, asolaban las regiones fronterizas del imperio, sometiéndolas al más cruel vandalismo. Durante cinco años, Li Mei soportó estoicamente los abusos y tropelías de Naranbaatar. Al parecer, el joven guerrero la había elegido como algo de su propiedad, como si la mujer, que aún era hermosa, fuera su botín personal al que accedía sin miramientos cada temporada. Por eso, ningún camarada osó nunca meterse con ella.   El año que Naranbaat

El senador exquisito.

                   Al parecer, Olegario Santana no había nacido para ser hombre de política o por lo menos, uno de la clase que se estila en esta parte del planeta. Su padre fue senador del distrito durante siete periodos consecutivos, lapso récord digno del Guinness, que le sirvió para cimentar una fortuna sin precedentes en aquellos parajes recónditos del sur provincial, obviamente, a costa del hambre y el atraso del pueblo. El senador Orestes Santana, como era de esperarse, murió ejerciendo sus funciones y se lo despidió con gran pompa. Se trató de un espectáculo nunca visto en aquellos páramos inertes. Para empezar, se decretó una semana de duelo en la que se rezó hasta el hartazgo interminables rosarios a cuanta virgen y santo se veneraran en la región, se lloró a mares gracias al enjambre de lloronas que cobraron cincuenta pesos a cambio de llanto discreto, cien pesos por llanto a los gritos y doscientos pesos por llanto a los gritos más desmayo . También corrieron ríos de vino y