La pérdida de un ser querido, una separación conflictiva o un accidente de coche son experiencias traumáticas que son difíciles de superar para las personas. En estos casos, la escritura expresiva, entendida como aquella en la que la persona afectada escribe sobre sus pensamientos, emociones y sentimientos más profundos relacionados con la vivencia estresante, se revela como una herramienta terapéutica para combatir dichas situaciones.
«Varios estudios apuntan que la mayoría de las personas obtienen mejoras significativas en su salud, tanto en el plano psicológico como en el fisiológico, a los dos o tres meses de seguir este proceso terapéutico», explica el profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, Adrián Montesano.
Después de una situación traumática, uno de los mayores retos es integrar la experiencia en la identidad de la persona.
En este sentido, la escritura expresiva ayuda a clarificar e interiorizar lo que ha pasado. «Las personas son seres narrativos y, por lo tanto, su bienestar depende del grado en el que puedan reflejar sus tensiones vitales en la historia que se explican a sí mismas y que explican a los demás sobre quiénes fueron, quiénes son y quiénes quieren ser. Este tipo de ejercicio ayuda, en definitiva, a procesar la información y a conversar de una forma distinta al pensamiento, con más profundidad y con otra perspectiva», apunta.
A diferencia del habla y el pensamiento, la escritura pide una formulación y un orden lingüísticos. Para la profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, Mireia Cabero, permite ser detallista, específico y discernir el yo, de los demás. Toda esta formulación correcta del texto ayuda a tomar conciencia de los procesos emocionales de alta intensidad por medio del orden. «La conciencia y la comprensión emocional son clave para que la persona pueda integrar su experiencia y así encontrar una fórmula para poder superar la situación», remarca.
Además de disminuir el estrés, curar viejas heridas, mejorar las relaciones interpersonales, conocerse más a uno mismo y mejorar las estrategias de afrontamiento, este tipo de escritura también ayuda a mejorar el funcionamiento del sistema inmune y el estado de salud. «Se han observado resultados positivos en enfermedades médicas como el asma, la artritis, el VIH y el sida, problemas cardiovasculares o el cáncer. Sin embargo, donde más se ha estudiado y se ha expandido su aplicación clínica es en el campo del estrés postraumático», señala Montesano.
Consejos de escritura para curar heridas
¿Es lo mismo escribir a mano o con un ordenador en estas situaciones? Para el experto, es indistinto. Lo que es importante es que la persona pueda generar un ritual de escritura en el que pueda concentrarse unos minutos de forma cómoda y sin distracciones en la tarea. Existen muchos tipos de ejercicios y sus beneficios surgen en momentos distintos dependiendo de las personas. Para Montesano, lo mejor es que puedan personalizarse y, por este motivo, recomienda consultar a algún profesional de terapia narrativa.
«Un ejemplo de ejercicio básico es escribir sobre la experiencia traumática durante 20 o 30 minutos al día durante tres o cuatro días, actividad que aporta los primeros beneficios en algunas personas», explica el experto. «Consiste en encontrar un momento en que la persona se sienta cómoda y entonces focalizarse en los pensamientos y sentimientos más profundos sobre el evento estresante. No importa el tema sobre el que se desee escribir sino que la persona afectada se deje llevar y explore lo que siente y piensa en ese momento. Se trata de escribir de forma continuada y sin preocuparse por la ortografía, la gramática o el estilo». En definitiva, lo relevante es el desarrollo de la historia a lo largo de los diferentes escritos. «Si al terminar la escritura, hay personas que se sienten un poco tristes, esta sensación suele desaparecer en un par de horas», añade.
Para Cabero, lo más importante de este ejercicio es que la persona afectada escriba cuando necesite comprenderse. La escritura no hace falta que sea perfecta. «No se busca belleza en el texto, sino claridad». Una vez terminado el texto, puede hacerse con él lo que se crea más oportuno: guardarlo, tirarlo, quemarlo, etc. De todos modos, la experta sugiere guardarlo, para que, pasados unos días o unos meses, pueda releerse, no con el fin de que la persona se juzgue a sí misma, sino para que pueda comprender cómo ha podido sentirse en un momento de su vida. El objetivo es el autoaprendizaje», apunta. Para concluir, la psicóloga aclara que la terapia expresiva en personas con experiencias traumáticas de alta intensidad acostumbran a necesitar más tiempo para integrar la herramienta y darse cuenta de sus beneficios.
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